La desecación definitiva de la Laguna de Antela se llevo a cabo en 1958 bajo la Dictadura franquista, sin embargo los intentos de realizar esta obra se llevaban produciendo a lo largo de todo el siglo XIX. Los argumentos que se daban para justificar la desecación no variaron a lo largo de los años, por una parte se consideraba necesario deshacerse del lastre que suponía para la zona de la Limia, a la que consideraban un terreno muy fértil y productivo, la laguna de Antela.
Por otra parte, se creía que esas zonas de humedales eran una fuente de enfermedades e infecciones. Vemos como la Dictadura franquista no vario para nada los argumentos que ya en el siglo XIX daban autores como Bedoya, el cual definía a la laguna como “inmundo, inútil y nocivo charco, germen de putrefacción y mortandad”. Todos estos intentos de desecación fracasaron, a pesar de que los encargados del proyecto siempre lo presentaban como una obra llena de ventajas. Sin embargo los problemas iban apareciendo, bien fueran problemas de índole económica o generados por las protestas de los vecinos de la zona, que se mostraban reacios a que se les privara de la laguna de antela, que suponía en aquella época la forma de sustento de muchas familias.
Ni siquiera en el siglo XX con la aparición de la Ley Cambo, que ofrecía ayudas públicas muy sustanciosas para “la desecación y saneamiento de lagunas, marismas y terrenos pantanosos e inundables” consiguió que triunfara algún proyecto de desecación. Ante este panorama el régimen franquista decidió tomar la iniciativa y declaró como indispensable el saneamiento y colonización de la laguna de Antela. Sin embargo el proyecto fue planteado con demasiada premura como se intuye por las palabras del propio ingeniero encargado de la obra, Zapata Tejedor. Esto provocó que fallará la segunda fase del proyecto, que consistía en la realización de un sistema de regadío para abastecer de agua a los nuevos terrenos y derivó en sucesivos gastos económicos para subsanar el problema.
Aunque desde el punto de vista ecologista que lleva primando en los últimos años, la desecación de uno de los humedales más importantes de la península ibérica con una fauna y flora propias, pueda parecer una aberración, lo cierto es que si se tienen en cuenta las opiniones de la gente de la Limia a la que se le realizaron las entrevistas, para la mayoría de ellos supuso una ventaja. Todos los que afirman que la desecación fue una riqueza para la zona de la Limia cuentan con opiniones muy similares a las que aportaban en el siglo XIX, consideraban a la laguna un charco inútil que sólo servía para albergar a patos, ranas y sanguijuelas. Afirman que la desecación trajo consigo trabajo y tierras para la gente de la zona. Es destacable que incluso los que en la época de la desecación franquista se mostraron en contra de la obra, lo hacían porque para ellos la laguna era la forma que tenían de alimentar el ganado, lo que parece indicar que por aquel entonces apenas existía una conciencia ecologista.
En los últimos años sí que a través de la Consellería de medio ambiente se ha tomado conciencia del valor ecológico que tenía la laguna, y por ello se están llevado a cabo diversos proyectos con la intención de recuperar la antigua biodiversidad de la Laguna de Antela.