INTENTOS DE DESECACIÓN DE LA LAGUNA DE ANTELA – Lagoa de Antela
A lo largo del siglo XIX van surgiendo proyectos que tienen como finalidad la desecación de la laguna de Antela (Lagoa de Antela). Como apunta Rico Boquete, los humedales eran descritos por la literatura de la época como lugares insalubres, que eran los causantes de diversos males, entre ellos el paludismo(La RAE define el paludismo como: Enfermedad febril producida por un protozoo, y transmitida al hombre por la picadura de mosquitos anofeles), en la población de los alrededores. Además de los supuestos problemas de salud que causaba, se consideraba su existencia inútil, sobre todo en una época en la que se daba suma importancia a la necesidad de extender los terrenos para poder aumentar la producción. Y la Laguna era considerado un espacio improductivo, ya que no podía sacársele ningún provecho desde el punto de vista agrícola.
En 1765 la Real academia de agricultores del Reino de Galicia recibe un primer proyecto planteado por el abad de Covelas, D. Pedro Gonzalez de Ulloa para desecar la Laguna
1) JUAN TOUBES
En 1827 se produce el primer intento de desecar la Laguna de Antela, encabezado por el corregidor de Xinzo de Limia don Juan Toubes, a través de una Real Orden dictada por la Corona Española que consideraba necesario que las tierras ocupadas por la laguna fueran desecadas para poder cultivarlas. Para poner en marcha la obra se estipulaba que la financiación inicial debía de llegar del Estado y complementarse con prestaciones personales. Finalmente, y aunque se habían llevado a cabo algunas obras de drenaje, el intento resulto fallido y la obra fue abandonada.
Madoz describe las obras llevadas a cabo de este modo
“Para evitar tantos daños el Señor Julian Touves, corregidor de la v. De Ginzo en 1825, concibió el pensamiento del desagüe de la espresada laguna y al efecto se dedicó a reconocerla detenidamente y calculó el beneficio que recibiría la agricultura convirtiéndose en terreno de labradío y de primera calidad lo que no son más que inútiles juncales (…) Se construyeron 17,000 varas del nuevo cauce, dándole 16 de ancho y la profundidad que exija el nivel con respecto al nacimiento de las aguas: se comenzó a romper el peñaseal del puente Linares. Y á pesar de hallarse los trabajos incompletos, el agua corre libremente arrastrando en las crecientes la arena hasta el punto de ir cegando los pozos y cavidades que hay bajo el mencionado puente, donde antes hacían mucha pesca los vecinos de Guin y Santiago de Ribero: y los ganados pastan en todo tiempo, donde anteriormente no se conocían sino cenagales y pantanos”
En 1831 Juan Manuel Bedoya escribió un alegato explicando la vital importancia de realizar las obras de desecación de la laguna. Se refería a la Lagoa de Antela como la “fatal laguna” y exponía, entre otras cosas, los supuestos males que causaba a la salud de sus habitantes.
Describe a la Limia como una tierra fértil, de la que se podría obtener gran beneficio y riqueza, de no ser por lo que el considera su mayor obstáculo, la laguna de Antela:
“La naturaleza dio a la Limia todos los elementos para su riqueza y bien estar. Una población robusta frugal y laboriosa: un suelo pingüe y fértil: un temple suave y saludable: un horizonte extenso: un cielo despejado. Tantas ventajas naturales reclaman altamente los auxilios del arte para remover el único obstáculo que hace siglos se opone a su opulencia. Este es el grande y pestilente charco de la laguna de Antela, enemigo declarado de la industria agrícola de la granjería pecuaria y de la misma humanidad”
“Dentro de la laguna hay crecidos juncos algas espadañas carrizos y otros herbages palustres con que se hace más turbio y desagradable el aspecto de unas aguas verdosas y enlodadas sin perceptible agitación. Con las sustancias vegetales y animales que allí nacen y mueren y se pudren y corrompen, adquieren un hedor y sabor ingrato aun para los ganados que pastan en sus márgenes: despiden vapores fétidos y mortíferos que vician el ambiente, y con el calor del sol en el verano esparcen por la atmósfera una nube inmensa de zumbadores cínifes que mortifican de día y de noche, y no cabe los haya en parte alguna tantos ni tan enconosos y sañudos (…) Por el verano acude a bandadas la laguna mucha variedad de aves acuáticas… que con poquísimo provecho distraen de sus más precisas labores á los que se dan a perseguirlas ”
Atendiendo a las palabras escritas por el canónigo Bedoya, se puede deducir la opinión que para muchos tenía en aquella época la Laguna. Además de mostrarla como impedimento para que se llevase a cabo una agricultura productiva, la representa como un pozo lleno de hierbajos e insectos. Como señalábamos antes, Bedoya esgrime los mismos argumentos que otros de sus contemporáneos, como el caso de Pascual Madoz, que describe a la laguna de una forma muy similar al canónigo Bedoya:
“Son muy graves los males que pesan sobre la población vecina al lago: la agricultura pierde a una y otra orilla pingues terrenos que sofocados por la humedad, solo dan alguna yerba floja en los meses del estío; su influencia en las afecciones atmosféricas es tal, que contribuye visiblemente a los hielos y a las nieblas frías que desvigorizan y consumen los cereales”